"SERE TUS OJOS ALLI DONDE NO PUEDES VER"



6/20/2010

Ìyámi Òsòròngá


La virtud de poder traer hijos al mundo que tienen las mujeres, ese hecho casi mágico, maravilloso que las acerca a lo divino, es y fue también motivo de temor en muchos pueblos antiguos, algo que antaño era inexplicable, por lo cual las mujeres siempre fueron vistas como poseedoras de cierto poder especial.

Se habla de la famosa "intuición femenina", pero más que nada, en todas las culturas hay una tendencia a transformarla en "bruja", en el sentido de creer que tiene poderes innatos para comunicarse con fuerzas más allá del alcance del entendimiento del hombre. El mito de la "bruja" que vuela en la escoba acompañada por pájaros macabros es casi mundial, con pequeñas diferencias según el lugar del mundo del cual hablemos.

También se relaciona la fecundidad con la misteriosa sangre menstrual, que es la marca que pauta la conversión de la niña en una mujer, de ahí en más será considerada también una "iyami", aquella que en cualquier momento dejará de tener la regla, hinchándosele el vientre, revelando que tenía en su interior la "calabaza de la existencia", el camino por el cual todos vienen desde Orun para Aiye. Más para confirmar dicha transformación en "mujer", se llevan a cabo los "ritos de pasaje" en los que las niñas-mujeres estarán aisladas durante varios días, alimentadas y vestidas de un modo especial, donde conocerán todos los secretos relacionados con las mujeres, los que serán debidamente impartidos por las ancianas de su comunidad.

Los ritos asegurarán entre otras cosas que sea poseedora de una "calabaza" fértil y la alineación de su lado espiritual femenino con su cuerpo, convirtiéndola en una mujer en todo sentido. Hay al final una presentación en público de las chicas que dejaron atrás la etapa de la niñez, para que los hombres les tengan en cuenta al momento de querer escoger una esposa.

La palabra Iyami por sí sola, en realidad no identifica a la mujer con el lado oscuro de su poder, muy por el contrario es un modo de exaltar y homenajear su capacidad de engendrar apelando a su lado protector maternal, pues significa: "Mi madre". Esta forma de referirse a cualquier mujer expresa un sentido de reverencia a aquella que sirve de puente entre los antepasados y los vivos, así como también refleja su importante papel maternal. De ese modo todas las divinidades femeninas son llamadas también IYAMI, más no en el sentido de "brujas" sino por tratarse de un homenaje verbal a las grandes MADRES ESPIRITUALES.

En tanto la mujer sea fértil (al menos en teoría por tener la regla), no se le considera apta para encargarse de ciertos aspectos importantes dentro de las religiones africanistas, por muchos motivos, los principales no pueden revelarse aquí por tratarse de un conocimiento que sólo deben poseer sacerdotes que han adquirido cierto status en la comunidad. Más algunas razones prácticas tienen que ver con la atención constante que requiere el culto y una mujer no puede dedicarse por entero al mismo en tanto siga teniendo la regla, pues debe abstenerse del contacto con las deidades durante ese período y en el caso que quedara embarazada, durante los últimos meses, el parto y la posterior cuarentena (sin contar que luego por varios meses toda su atención debe ser para el bebé).

Cuando se habla de "Iyami Òsòròngá" cambia bastante el concepto antes expuesto, pues se refiere al mito sobre el poder femenino asociado a las AVES a partir de ciertas especies que han atrapado la mente del hombre por su rareza o comportamientos macabros. Aunque tampoco aislado de las mujeres o los òrìsà, el mito Ìyámi Òsòròngá se relaciona con éstas por sus estómagos, más precisamente con su útero, al cual siempre nos referimos como "igbá-ìwà" (la calabaza de la existencia). Se trata de la comparación metafórica entre un huevo fecundado y la barriga de la mujer embarazada, de allí proviene decir que la mujer tiene el "poder del pájaro encerrado en la calabaza".

En el útero de la mujer no se ve a simple vista al bebé, pero sí se sienten sus movimientos, en tanto que en el huevo (de una gallina por ejemplo) no se aprecia el movimiento, pero se puede ver a tras luz al pichón, en ambos casos se puede palpar la fecundidad y el sorprendente poder "mágico" que esto implica.

El mito Ìyámi Òsòròngá entonces, no es el culto a las mujeres brujas ni a las aves macabras, sino que es la asociación mágica y metafórica entre el poder femenino de la fecundación y el poder místico de algunas aves nocturnas (principalmente) que sumado a ciertos temores y sentimientos negativos de los seres humanos crea en el espacio etéreo los Espíritus Colectivos (egrégoras) de las Eléye (dueños de las aves) o Ìyámi Àjé (Mi madre hechicera) o Ìyámi Òsòròngá, todas éstas denominaciones que aluden a lo mismo.

Estos espíritus son impersonales, nunca tuvieron cuerpo humano ni lo tendrán, forman parte del hombre y la naturaleza al mismo tiempo, especie de "parásitos" que aparecen junto con el hombre en el mundo a causa de su existencia, no tienen consciencia, son alimentados por la ideas malignas y los temores, por eso se tornan considerablemente peligrosos en el plano astral. Pueden tener sexo masculino o femenino y siempre vienen en pareja, representando el equilibrio, la dualidad existente en todos los planos, incluso en el de nuestros propios temores más oscuros.

En la imaginería popular yoruba se cree que tienen forma humanoide con plumas, más nunca se representan en imágenes o grabados, sólo se intuye su poder a través de los pájaros, los que mayoritariamente son usados como símbolos en bastones metálicos (osun) de los babaláwò o en las coronas de los oba, representando que el poseedor tiene la autoridad como para calmarles y que para ganar dicha distinción primero tuvo que rendir homenaje al Poder Femenino. Las Ìyámi Àjé actúan bajo la supervisión de Èsù y tienen estrecha relación con otros òrìsà como Ògún, que es el dueño de los sacrificios y quien provee del sagrado líquido perteneciente a Eléye, la sangre; Yemoja Odùa (también conocida como Yemowo; Yembo; Arugba; Mawu; Òòsà-nlá hembra o simplemente Odù) por haber sido la primera mujer en el mundo, transmisora de la calabaza material a las demás mujeres dentro de sus cuerpos y al resto de los Órìsà obìnrin (femeninos).

Cuando hay una influencia negativa por parte de los Eléye masculinos se dice que son los Òsó (brujos) quienes están trabajando en contra de la persona, aunque nunca hay un culpable externo responsable de estos ataques, pues en verdad siempre es la propia persona la que se gana "el castigo" a través de su comportamiento. Las Eléye son ejecutoras de la ley en un sentido inverso, es decir, buscar el bien a partir del mal. Toda persona que tenga cierta malignidad hacia los demás está alimentando estas fuerzas y al mismo tiempo atrayéndo el mal peligrosamente, lo que a la larga hace que la propia energía negativa de la persona se convierta en su propio juez, Ìyámi Òsòròngá posará sus patas encima de su cabeza.

No hay ningún ebo capaz de vencer el trabajo de estos Espíritus, lo único que se puede a lo sumo es apaciguarles y eso es porque "viven" en nuestras entrañas, en estado latente. Su función se torna importante, pues a pesar de ser "enemigas" de las personas tienden a regular el comportamiento en el Ser Humano a través de sus miedos. Quien desee que Ìyámi Òsòròngá no se torne un obstáculo en su vida debe refrenar los sentimientos de envidia, celos, rencor, así como cualquier pensamiento negativo hacia sus semejantes. Se cree que las Ìyámi se reúnen en asamblea en una mesa presidida por Èsù Ebítá, que allí se conspiraría y especularía sobre las maldades a realizar enviando a los ajógun buburú luego de saber quienes hicieron o no los ebo marcados por Òrúnmìlà a través de Ifá, de este modo sirven de reguladores del comportamiento frente a las deudas generadas ante las deidades, a causa de haber roto el equilibrio existente en de alguna manera, ya sea en una vida anterior o en la presente.

A Ìyámi Òsòròngá le pertenece toda sangre derramada en la tierra y también son quienes controlan la sangre menstrual, la que cuando aparece revela la presencia cercana de estas criaturas, lo que explicaría los dolores típicos y el comportamiento histérico que suele tener las mujeres en esa etapa. Esto también es otra razón por la cual en los sacrificios para òrìsà la sangre no debe tocar la tierra - existiendo un método ritual que evita eso - y porqué la mujeres con su regla deben mantenerse apartadas del culto. De suceder cualquiera de las dos cosas o ambas, sería un tabú y la ceremonia estaría quebrada, debiendo consultar al oráculo por alguna solución.

A las Ìyámi Àjé se las identifica en la naturaleza con determinadas aves en las que se transformarían, siendo 9 (nueve) las principales: Òwìwì; òsòròngá cuyo nombre proviene del sonido que emite; èhúrù; èlúlú; eráwo; àgbìgbì; àtiòrò; àgbògbò y àràgamágò.
Se acostumbra darles preferentemente vísceras, pues se considera que son su comida favorita, las que se preparan siempre luego de cualquier sacrificio para los òrìsà de un modo especial y son presentadas en platos de barro forrados con ewé-lara. Dicho ebo para Ìyámi se denomina Ìyàlá, que significa "que el mal desaparezca". Se les ofrece también, durante cualquier sacrificio, un ekó que sirve para protección, pues las calma cuando es despejado en la tierra, éste representa el poder femenino, pues entre otros ingredientes lleva: plumas - simbolizan muchos hijos y protección; sangre - representa la menstruación y la vida.

Se presume que la palabra Àjé utilizada como "bruja" proviene de la contracción de "Ìyá jé " (la madre que come) aludiendo a su voraz apetito, siempre atraída por el olor a sangre y vísceras ella puede venir bajo la forma de mosca, pájaro, mono o incluso otros animales.

La Sociedad Gèlèdè no es otra cosa que un culto organizado para calmar las fuerzas de la hechicería, esto es, las representaciones impersonales de Ìyámi Òsòròngá, Ìyámi Àjé , Eléye u Òsó apelando al propio poder femenino como restaurador de la vida.

El culto Gèlèdè se originó en la zona de Ketu en el siglo XIV, centrándose en la deificación del poder femenino intrínseco (igbá ìwà) como centro generador de vida o de destrucción. Son los miembros masculinos de la comunidad, quienes reconocen el poder femenino a través de mascaradas anuales en su homenaje. De Ketu, las mascaradas se extendieron entre los pueblos yorubas Egba; Anago; Saki; Ohero-Ijo; Ifonyin; Annori.

La Sociedad entera está consagrada a Yemoja, quien es reverenciada por los Kétu como la Madre de todos los òrìsà, dueña de las aguas, la hechicería, la sexualidad, la familia y la nutrición. En sí Yemoja expresa a todos sus hijos el sentido de protección maternal ante el poder femenino destructivo de Ìyámi Àjé. La función principal que tiene en la comunidad esta Sociedad es garantizar la paz entre los humanos y las Ìyámi Àjé.

Las mascaradas son la parte pública del culto y se hacen en el mercado por ser el lugar donde preferentemente trabaja la mujer y tiene poder social en la comunidad, pero además porque otra de las finalidades es pedir abundancia. La mascarada es anual, siendo organizada entre los meses de marzo y mayo, que marcan la estación agrícola, su cometido entonces es asegurar la fertilidad de la siembra, que las Eléye no envíen a sus pájaros a arruinar la granja, que Yemoja influya sobre el poder femenino para que haya de donde nutrirse siempre y que la descendencia sea mucha. Existen dos etapas en las mascaradas en homenajes a Ìyámi:

a) Gèlèdè - Que se hace durante el día, hay un ofrecimiento de animales, granos, huevos, epo, miel, etc. a las Madres Ancestrales para que ejecuten su poder favorablemente hacia la comunidad, se invoca el poder de los òrìsà femeninos y su protección. Las danzas entonces comienzan en los sembrados y van en procesión hasta el mercado principal del pueblo, donde bailan casi todo el día, pues se van congregando allí mascaradas de distintos lugares. Quienes danzan son los hombres, los cuales se disfrazan de mujeres con amplias telas, se colocan rellenos para aparentar senos, portan máscaras femeninas e imitan a Yemoja, en un intento de equilibrar su masculinidad con el poder femenino. Cabe señalar que las máscaras usadas durante esta ceremonia que es de día, difieren de las que se usan de noche.

b) Èfè - Que se hace durante la noche, comenzando con la caída del sol. Aquí se usan máscaras que representan tanto a hombres como mujeres, pero en su aspecto más tétrico y hechicero, en una evocación al poder de la brujería rindiéndole homenaje para aplacarle. Las danzas son ejecutadas de a dos y las parejas representan un hombre y una mujer, creando un equilibrio especial, donde la representación de hombre danza para evitar el mal de Òsó (brujo) y la de mujer para contrarrestar a Àjé (bruja). Hay también una evocación al poder inexplicable de que una mujer tenga dos niños o más al mismo tiempo, siendo representado Òrò Ìbejì por algunas parejas que portan idénticas máscaras. En todos los casos, los bailarines son siempre hombres jóvenes y con mucha agilidad. Las máscaras que representan a hombres se denominan akogi y las que representan a mujeres son llamadas abogi.

Contra la supuesta creencia de que al tratarse de un homenaje al poder femenino este culto sea potestad de la mujer, cabe resaltar que los participantes más activos son los hombres, puesto que ellos, bajo su condición de hombres tienen que inclinar su cabeza ante la MADRE.

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