"SERE TUS OJOS ALLI DONDE NO PUEDES VER"



12/10/2010

Ayélalá

Ayélalá, quien se ha convertido en una diosa popular, temida y respetada hoy dia, por la mayor parte del pueblo de Okitipupa, en la parte occidental de Nigeria y mas allá, fue originalmente una esclava, probablemente traída de Ekití o Kisoso, según la tradición, un poblado de Okitipupa. Ella fue devota de varias divinidades. Dice la tradición, que tenía 16 dioses, el mas grande de ellos, Òrìşànlá. Como símbolo de su culto a Òrìşànlá, ella llevaba sobre su cabeza, un moño de pelo.

Ayélalá, no era su verdadero nombre. El pueblo de Ilayé y de Iyó, quienes aforaban a Ayélalá, mantienen estricto secreto, como un ritual, el nombre de la mujer, su madre y su ciudad natal. El nombre de Ayélalá, como veremos abajo, se le dio a ella en consecuencia de su grito de desamparo, cuando como víctima del sacrificio, estuvo a punto de la muerte.
Entre el pueblo de Ilayé, solían mantenerse con patrones de alta moral, el adulterio era considerado un delito horrible, especialmente si un plebeyo, tenía una relación ilícita con la esposa de un noble. Tal ofensa era castigada con la muerte.
Sucedió que un Kekó, (plebeyo), cohabitaba con la esposa del Temétanán principal, cuando esto se conoció, y el plebeyo supo que su vida estaba en peligro, corrió hasta igbobiní, un poblado perteneciente al pueblo de Iyó Apoí en Okitipupá para buscar refugio. El pueblo de Iyo Apoí, le dio asilo, y le hizo resistencia al ataque del pueblo de Ilayé, quienes querían llevar al plebeyo, a Mahín, su cuartel general, para hacer justicia. Así los Ilayés, y los Iyós, tuvieron ataques y contraataques entre ellos.
Los hombres de bien, deseaban buscar una reconciliación, de ambos lados: Idogbé, representaba a Ilayé, y Abelekí, representaba a Iyó, hicieron un esfuerzo desesperado por detener las luchas. Ilayé, puso una irrevocable condición, la cual era que si no mataban al plebeyo, debían encontrar un sustituto, porque la sangre debía correr como consecuencia de la ofensa cometida. Iyo estuvo de acuerdo con esto, y comenzó a buscarse la víctima humana. Al fín la mujer llamada Ayélalá fue encontrada y llevada a una cita acordada, conocida ahora como Oritá – Ayélalá, (Unión Ayélalá), donde fue para ser sacrificada.
Antes de que se ofreciera el sacrificio, las dos partes estuvieron de acuerdo, en iguales condiciones de conveniencia, ambas partes se reconciliaron, y entraron en ritos ceremoniales. Tenían que ser fieles el uno al otro, no podían planear el mal entre ellos, el robo, la brujería y la hechizaría, no podían ser practicadas. Ningún Ilayé, o Iyó, que tuviera una falta, debía visitar a Ayélalá, para vindicar su culpa.
Los términos del acuerdo se le hablaron en voz alta a la víctima, y se le preguntó si ella castigaría a alguien que no hiciera caso del acuerdo. Ella respondió afirmativamente.
Era práctica entre los yorubás, que una víctima humana sacrificada, debía rezar, haciendo énfasis, en la causa por la cual él o ella, eran sacrificados, y dada como ofrenda, podría traer la prosperidad. De acuerdo con esto, se le pidió a la mujer que rezara. Pero todo lo que ella articuló antes de ser sacrificada fue: “Ayélalá” , lo cual en el dialecto Ilayé, quere decir: “El Mundo es grande o incomprensible” Este fue el grito de desamparo, que mostraba, que ella estaba siendo puesta a la muerte, por la ofensa que otro había cometido. Desde entonces se conoce, como la mujer que fue sacrificada y se dio a conocer como Ayélalá. Y este es el nombre con el cual, la Diosa se profesa hoy en día.
El proceso por el cual ella se volvió divina, no esta totalmente conocido. Pero con toda probabilidad, su divinidad está relacionada, con lo que se creyó ser un cumplimiento de un convenio, que ella concedió antes de su muerte, que mataría a cualquiera que incumpliera cualquiera de los términos del acuerdo.
La tradición plantea, que muy pronto después del acuerdo, un Iyó hombre que violó uno de los términos del acuerdo, murió de repente, y se le atribuyó a Ayélalá su muerte, debido a la ruptura del acuerdo. Este acontecimiento, y otros similares a este, iniciaron la creencia en el poder de Ayélalá, lo cual eventualmente, devino en su divinación.
Los hechos que se atribuyeron a juicios inmediatos de Ayélalá, en cualquiera de las violaciones del acuerdo, inculcaron el miedo de las mentes de las personas, y como consecuencia, un justo juego de la justicia, se convirtió en el orden del día. Incluso, sosas sin importancia, de la vida cotidiana, como el comportamiento de los alimentos y las bebidas, existía la creencia de que Ayélalá, se mantenía vigilante. Aún se vé en la práctica cuando dos personas, (un Ilayé y un Iyó), están comiendo o compartiendo cualquier cosa, para cada uno del grupo, decir: “la mía es mas grande que la tuya” (Temí ma yu teré o) y su compañero responder tranquilamente: “La Diosa no te matará” (Uma’le o pa) . En otras palabras, no tengo rencor contigo, por lo tanto no hay nada para que la diosa te castigue. Se cree firmemente, que el engaño, en cualquier manera, sería castigado de buena gana.
No pasó mucho tiempo, antes de que un lugar sagrado fuera construido para ella, en Oritá Ayélalá, y su adoración establecida con firmeza. Como un hecho esencial a destacar aquí, es que un ser humano se ha convertido en Diosa. Justamente como Şàngó, del cual hoy en día raramente se piensa, que fue un ser humano, así sucede con Ayélalá, ahora se piensa en ella casi siempre, como una guardiana de la moralidad, y una diosa anti – malvada. Cualquier ruptura de acuerdo, incurre en su disgusto. Brujas, ladrones, perjuros, y otros que hacen el mal, se cree que están bajo el disgusto constante de la diosa, y serán castigados convenientemente.
Esta prohibido guardar luto por la muerte de una víctima de Ayélalá. Esto es porque se cree que ella, es la diosa que se opone a la maldad, y que ha actuado con justicia; ella, (al igual que Şàngó), representa la justicia de Olódùmarè: mas bien el llanto, las personas felicitan a los parientes de la víctima, por la erradicación del mal (hecho por esa persona) por la diosa, la reina de la justicia y la ajustadora de cuentas, cuyos ojos, ven a todos los que hacen el mal.
Se piensa que Ayélalá, tiene aliados entre otras divinidades, con el propósito de la ejecución de los juicios. Tales divinidades, incluyen a Soponnó, (Dios de la varicela), Eminalé, u Oró (Dios de la parálisis), Şàngó y Èşù, para mencionar algunos de ellos. Existió un hombre que practicaba la hechicería sobre su hija, como resultado de esto, ella estuvo a punto de la muerte. Cuando Ayélalá, vio la maldad, decidió matar al hombre. El hechicero inteligente se convirtió en una hormiga, y se introdujo en un barril que contenía aceite de palma, sintiéndose completamente seguro, puesto que el conocía que Ayélalá, no tocaría el aceite de palma. Pero Ayélalá, lo engaño con astucia, pidiéndole a Oba Oluwáiyé, también llamado Soponnó, (dios de la varicela) a quién le encanta el aceite de palma, que bebiera todo el barril hasta dejarlo seco. Esto fue hecho, y a la hormiga la cogieron y la mataron. De esta forma, el hechicero malvado, fue ejecutado por Ayélalá, con la cooperación de Soponnó.
De esta forma se cree que Ayélalá, ayuda a mantener la comunidad limpia y sana. Y esto lo hace, para señalar a través de las aflicciones, o la muerte a la gente malvada en la comunidad, y de esta forma ella mantiene, en jaque a aquellos que son propensos a la práctica del mal. En donde quiera que la creencia de Ayélalá esta fuertemente arraigada, las personas le temen al vicio, como al robo, la mentira, el engaño, envenenamiento, el uso de encantamientos, o de la brujería. Como consecuencia de esto, y en los días que han pasado antes de la introducción de la civilización Occidental, las personas de Okitipupa en general, y las de Ilayé e Iyó en especial, son tenidas con una gran estima, por su integridad y honradez.
El principal lugar sagrado de Ayélalá, está situado en Oritá Ayélalá, el verdadero lugar donde la víctima, posteriormente llamada Ayélalá, fue sacrificada en el siglo XlX, antes de la abolición del sacrificio humano. Esta es una isla muy pequeña, la cual esta a solo unas pocas pulgadas sobre el nivel del mar, y sobre la cual el agua marcha desde Mahin. Igbokodá, y Abotó, convergen. Aquí se erigió un pequeño cobertizo, primeramente con techo de guano, pero ahora con chapas acanaladas de hierro, las que protegen al altar de la lluvia y el sol.
Sobre el altar se hayan 5 Cawries, (caracoles eyowo), una pluma roja de loro, una pieza de yeso natural, (gboró efun), algunos cocos o nueces, y algunos pedazos de medio kobo (eepinní) todo puesto en un plato blanco. Hay también ginebra en una botella, y un gongo o campana. (agogo). Estos objetos están con una cortina con un pedazo de tela blanca.
Las ofrendas ordinarias incluyen: Semillas de nueces, cocos, ginebra o vino seco, Oti, yeso natural o cascarilla (efun); otros incluyen en pollos, chivos, cerdos. Cantidades definidas de dinero, que se requieren siempre para ofrendas, esto es a lo que se llama tradicionalmente, egberún Ilayé y egberún Iyó.
Los pájaros y animales vivos los cuales se le ofrendan a Ayélalá, merodean por toda la isla sagrada y nadie intentará, robarse algunos de ellos. Ellos pertenecen a Ayélalá, y solo ella los regala a quien ella desea. Por ejemplo, si uno de los pájaros sagrados se posa y permanece sobre la canoa de un visitante, esto puede ser tomado como señal que Ayélalá, quiere que el visitante tenga el pájaro como un regalo de ella.
Además del principal lugar sagrado descrito anteriormente, los lugares sagrados de Ayélalá, se encuentran en muchos lugares, las personas que buscan la protección de Ayélalá, tienen lugares sagrados siempre en su casas. Pero existen también lugares sagrados públicos, construidos al aire libre, posiblemente dando a un rio. A todo lo largo de estos lugares sagrados, existe una vara larga, que sostiene una pieza de tela blanca, como símbolo de la pureza, representando la pureza que la vida requiere, por Ayélalá en la comunidad.

Şàngó



En una popular leyenda entre los yorubás, se afirma que Şàngó, fue un ser humano, y que reinó como cuarto Alaafín de Oyó. Existen muchas leyendas asociadas con él, y cada una de ellas, trata de explicar como Şàngó vino a ser deificado, y asociado con la divinidad solar.
Una versión dice que Şàngó descubrió un hechizo, por medio del cual él podía hacer bajar el rayo del cielo. Un día se fue hacia una colina en las afueras de la ciudad, para probar su nuevo descubrimiento. El hechizo funcionó maravillosamente, el rayo descendió sobre la propia casa de Şàngó y la destruyó, junto con sus esposas e hijos. Şàngó estaba tan horrorizado por esta calamidad, que se fue y se ahorcó.
Otra versión plantea que las esposas de Şàngó: (Oyá, Oşun y Obbá), eran muy peleonas y no le ponían fin a las disputas. Aun peor, había quejas de sus súbditos por su tiranía; cansado del desasosiego por los asuntos familiares y del estado, Şàngó montó su caballo con cólera, y cabalgó hacia el bosque. Su pueblo lo buscó en vano, mientras lo llamaban incitándolo a que regresara, lo oyeron diciendo desde lo lejos, “Yo no regresaré hacia ustedes, ahora los gobernaré sin ser visto”
La leyenda añade que Şàngó, subió al cielo por una cadena, y ha estado, desde entonces, demostrando regiamente su gobierno, a través del rayo y el trueno.
Pero la más popular de las leyendas, (y la cual detestan los devotos de Şàngó), es que Şàngó fue un gobernante tiránico y poderoso, que practicaba varias artes mágicas. Cuando se dirigía a sus súbditos, por ejemplo, el fuego y el humo solían brotar por su boca y sus fosas nasales, y esto inspiraba mucho temor.
La leyenda agrega, que él tenía dos cortesanos: Timí y Gbonkaa Ebirí, quienes se convirtieron en demasiado poderosos como para poder controlarlos; así Şàngó, planeó astutamente librarse de ellos poniéndolos a fajar entre sí, esperando que ambos murieran en el encuentro. Mientras Timi, moría, Gbonkaa continuaba vivo y sería irritante para el rey, por lo tanto el ordenó que Gbonkaa fuera arrojado al fuego; pero para desconcierto del rey, Gbonkaa salió del fuego sano y salvo, como resultado, Şàngó renunció, y huyó de su reino. En el camino hacia el lugar de su exilio voluntario, descubrió incluso que el miembro, o los miembros mas íntimos de su familia, habían desertado. Por lo tanto, decidió suicidarse, colgándose de un árbol. Las noticias rápidamente corrieron.
Los oponentes al rey, disfrutaron al oír las noticias, comenzaron a ridiculizar y vituperar a los seguidores del rey. Para salvar el pellejo, los seguidores se fueron al clan de Nupe, (el hogar materno de Şàngó) y lograron hacer unos preparativos mediante los cuales el rayo podía ser atraído. Esto quiere decir que entonces ellos se prestaron para atraer el desastre del rayo, sobre muchas personas en Oyó y sus alrededores. Las casas y los conjuntos de casas, fueron muchas veces halladas incendiadas. El pueblo consultó al oráculo, y descubrió que la calamidad había sido traída por Şàngó que estaba enojado porque se había declarado, que él se había ahorcado. La única forma de evitar el rayo, fue declarar abiertamente que el rey no se había ahorcado, y brindar un sacrificio apropiado de aves, carneros, ovejas, aceite de palma, y nueces amargas (Orógbó). El pueblo vino hasta el lugar donde se declaró que Şàngó se había ahorcado, y afirmaron: “Oba kó so” (El rey no se colgó) Esto desde entonces se ha convertido en un santuario, muy popular de Şàngó en las afueras del actual Oyó. Y allí los reyes de Oyó, quienes declaran a Şàngó como su antecesor, son tradicionalmente coronados así. Şàngó fue un ser humano, que fue deificado y adorado.
La cosa más interesante, es que los devotos no recuerdan a Şàngó por su tiranía o por las mágicas actuaciones, mas bien lo recuerdan y lo veneran, como un defensor de la justicia y de las cosas justas. Ellos creen fuertemente que el odia y prohibe el robo, la mentira, la hechicería, y la brujería. Pero nosotros conocemos que Şàngó no tenía tales normas de moral en su tiempo de vida. Lo cierto del asunto, es que existió una divinidad solar, entre los yorubás, llamada Jakutá (uno que lanzaba o peleaba con piedras), quien era un guardián de la moralidad social y quien odiaba la inmoralidad en cualquier manifestación o forma; ciertamente, era demasiado bueno, para contemplar la maldad. Cada vez que las personas hacían algo malo, o hacían cosas contrarias a su deseo, (El deseo de Olódùmarè), Jakutá lazaría piedras de fuego. Lo que estamos sugiriendo, es que el rayo y los truenos, ya existían antes que Şàngó naciera, y que existió una divinidad asociada a este fenómeno, Jakutá. Pero lo que sucedió fue que los seguidores de Şàngó, quienes se convirtieron en sus primeros devotos, vinieron a ver en él atributos similares a aquellos de la divinidad solar tradicional, Jakutá. Así, un tipo de Eufemismo tuvo lugar. Şàngó, el hombre, vino a asumir los atributos de Jakutá, el divino original, quien fue una manifestación de la rabia de Olódùmarè.
Hoy día entre los yorubás, los adoradores de Şàngó lo adoran el día sagrado de Jakutá. Y si uno le pregunta a alguno de estos devotos, el porque ellos adoran a Şàngó, el día de Jakutá, uno verá que ellos no son capaces de ofrecer una respuesta satisfactoria; mas bien ellos descartan la respuesta al decir que Şàngó es la misma divinidad de Jakutá.
El trueno y el rayo, usualmente son aclamados, “Kabiyesí” (salve su majestad) mientras que los jefes superiores son aclamados entre los yorubás. Esto es porque las personas creen que mientras truena, el primer Alaafín de Oyó, quien ahora es venerado, ha venido a visitarlos.
La creencia de los yorubás, es que este mundo y todos sus habitantes, pertenecen al ser supremo Olódùmarè, quien espera un buen comportamiento y una alta moral como modelo de sus criaturas. Si los hombres hacen algo malo, existe un medio por el cual Olódùmarè castigará a los que hacen el mal. Esto es el Karma, la ley de causa y efecto, y una de las formas por la cual, la ira de Olódùmarè se manifiesta, es Jakutá, quien lanza piedras sobre los que hacen el mal, esto inspira miedo dentro de los hombres y mujeres, quienes son malvados e inmorales. Por eso es que la gente dice: “Onimú ‘nsimú, eké risá” (El dueño de la nariz, levanta la nariz, pero el mentiroso huye). Algunas veces, cuando existe un estrépito de truenos, o una luz de rayos, las personas se paran muy cerca unas de otras, para solicitar en una manera jocosa, (pero volvimos atrás, con alguna creencia) E jeki a duró lotooto (Parémonos aparte y lejos). La idea es que cuando las personas se paran juntas, y la ira desciende, puede no-solo caer sobre el malo, sino sobre el inocente que está cerca, el cual puede ser también, adversamente afectado.
Sin embargo, se cree firmemente, que solo los malvados son golpeados por el rayo. Y en consecuencia de esto, cada vez que el rayo golpea a una persona inmóvil, o desciende sobre una casa, se cree generalmente que esa persona, ha cometido alguna situación, o acto de atrocidad, y que los miembros de la casa, también golpeados son malos; nadie por lo tanto simpatiza con los parientes del muerto, o le da al fallecido un entierro propio. Solo los Magbá, los sacerdotes de Şàngó, arreglan el transporte de tales cuerpos, hacia una manigua mala, donde son ritualmente colocados.
Las pertenencias del fallecido, si no han sido destruidas por el rayo, vuelven a los sacerdotes, (si Şàngó lo autoriza), o son llevadas a la manigua junto con el cadáver. Una casa golpeada por el rayo, no puede ser usada, hasta que no se haya realizado la ofrenda del sacrificio. Esto es porque Şàngó, ha tomado posesión de esta y sería peligroso disputársela a él. Por esto el yorùbá dice: Bo o Ba wo silé onile a lowo lagbede (Si desciende sobre una casa, el propietario tiene que vivir en la herrería). Podemos recordar aquí la creencia del Rey del Sudán que sostiene un punto contrario: Entre ellos una víctima de un rayo, no se considera haber muerto por ser un pecador, sino se cree, que ha sido llamado por Dios, quien necesita su alma.
Los lugares sagrados de Şàngó, abundan en los pueblos y ciudades yorubás. En tales lugares sagrados, se pueden encontrar imágenes de un hombre representando a Şàngó, rodeado por tres imágenes mas pequeñas, quizás representando a Oya, Oşun y Obba, sus tres esposas, o la imagen de un hombre con un carnero, es decir con la cabeza de un carnero y sus cuernos, sosteniendo el mango de un hacha de doble cabeza (Osee Şàngó), existen también maracas de güiro, (Seereé Şàngó), un pilón invertido, una cacerola grande de agua, que contiene algunas celtas, y en algunos casos una bandeja o pozuelo, sosteniendo celtas y piedras pulidas, que se cree que han sido lanzadas por Şàngó. Tales símbolos, como se puede ver en el lugar sagrado, están resguardados por medio de una cortina de color marrón, o púrpura, el cual es colore especial de Şàngó.
La kola amarga, (orogbo) se le ofrece diariamente a Şàngó, pero ofrendas mas elaboradas, son hechas el día sagrado de Şàngó Ojoo Jakutá. Existe también la ofrenda de mucho aceite de palma (epo) para calmar su cólera. Y en ocasiones de festivales, un carnero, su animal favorito, también se le ofrecen gallos. Lucas está probablemente equivocado cuando afirma, que un carnero no debe ser nunca ofrecido o comido por los seguidores de Şàngó. Es una creencia común entre los yorubás, que Şàngó come agbó (carnero) mientras Ògún come Ajá (perro).
El orogbo (kola amarga) se usa como un medio de adivinación, por los sacerdotes de Şàngó. Tal kola amarga, se corta en dos mitades longitudinalmente, y se arroja al suelo, posterior a que haya sido pronunciada la invocación adecuada. El sacerdote entonces, lee el mensaje, e interpreta el oráculo; el otro medio de adivinación utilizado, es el Ęrindílogún (adivinación por medio de caracoles). Estos son dos medios permisibles, para la adivinación, tan lejos como Şàngó esté interesado.
Vale la pena apuntar, que en relación, con la adoración a Şàngó, está el Elegún, (El que monta a Şàngó). Esta es la persona invadida por el espíritu de Şàngó. Se cree por los yorubás, que al encarnarlo, se ha establecido una comunicación divina con él y la persona se convierte en su portavoz. La persona, al ser poseída, comienza a experimentar un sentimiento de vacío como si fuera a desmayarse. Durante ese período, el se convierte en instrumento o arteria de la divinidad. Las personas dicen que el espíritu monta a la persona, como se monta un caballo. Esta es una característica común del adorador de las divinidades. En el caso del Elegún de Şàngó, la persona poseída, pierde la conciencia, y hace cosas las cuales no sería capaz de hacer bajo circunstancias normales, sentarse sobre la punta de una lanza, pasarse un cuchillo bien afilado por la lengua, cargar una cesta con carbones ardientes sobre la cabeza, comer fuego, y acciones similares sin daño alguno.
Tal Elegún, viste un saco de algodón, el que es teñido de rojo, y se le adosan muchos hechizos, y caracoles y símbolos de Şàngó en miniatura. Baila al toque de un tambor especial llamado Bàátá. En el medio del toque canta y baila, y se da golpes en el pecho (por eso los hijos de Şàngó, deben cuidarse muy bien de dolencias en el pecho) y a la vez, oye el mensaje de Şàngó, y este lo relata a sus devotos. En muchos lugares, Elegún es hombre, y usualmente doblan el pelo como las mujeres, pero en otros lugares, son mujeres, como en Egbá.
Antes de abandonar nuestro examen de Şàngó, queremos señalar que existe, la copia o imagen de esta divinidad en Ilé Ifé, donde se conoce como Oranlé. Sus sacerdotes hacen ofrendas a él cuando un rayo cae, y esto significa, que los dos, Oranlé y Jakutá, (deificados como Şàngó) son uno, son la misma divinidad, y realizan las mismas funciones: Atraer la rabia de Olódùmarè sobre las personas malas de la comunidad.
OTRAS CONSIDERACIONES SOBRE ŞÀNGÓ
Su nombre significa (Quien retumba) como alegoría al rayo, su representación. En la tierra de Nupé bajo Şàngó, con Èşù, y lo recibió Ayelálá, se coloca en la palma, (Opé Şàngó) y la tiñosa avisa de su llegada (Şàngó está en el pirigai de la palma). Nace en Ókánrán méjí.
Èşù Ókánrán mèéjé fue el que acompaño a Şàngó y se representa por un muñeco de madera, con los genitales expuestos, que vive y come con Şàngó (aunque no come animales de cuatro patas, solo gallo). Dentro del ejercito terrenal de Şàngó, se encuentran: Oşé Şàngó, Òkún Şàngó, Ogeé, Oké, Timí y Gbonkoa Ebiní.
Para ponerle cualquier sacrificio a Şàngó, hay que ponerle siempre a Eégún, por eso en el cielo se llamó Òrìşà gungun.
Como antes se explicó, Şàngó tuvo tres esposas, Oyá, Oşún y Obbá. Estas tres divinidades fueron vivencias que tuvo Şàngó, es por eso, que en adivinación, cuando un Omo Şàngó, lo viene defendiendo cualquiera de estas divinidades, hay que buscar el camino donde Şàngó, vivió con esa deidad, y de esa forma descodificar el mensaje profético.
La verdadera esposa de Şàngó, fue Bàátá. En una leyenda africana se dice que los hijos de Şàngó, mueven los píes, es decir que son buenos bailadores. Bàátá, hija de Osanyin, la única por la que Şàngó, bailaba.
Onìmú nsimo èké nişa El dueño de la nariz la levanta, el mentiroso se la rasca.
Mogba: Se le llama al Omó Şàngó, que lanza los caracoles.

Òşờớsí



Ò.......... Quien


şờớ ...... Vijila el Monte

Sí. ......... caza



Se dice que Òşờớsí, no existe entre los Irúnmolé, la función que hace Odé en la tierra, es cazar, por lo tanto, quien vigila es Òşờớsí, y quien caza es Odé. Terrenalmente si existe como Òrìşà, si existe en los igbamolé, tiene un amigo inseparable que es àgờsớrọ Èşù, quien nace en Ogbe tua ni alára, y es el vigilante que vive en la basura con los ajogunes malévolos. Àgờsớrọ, es el niño que descubre a la madre, cuando esta engañaba a su esposo.
Segundo en la comandancia de Ògún. Generoso, gregario (brinda su generosidad a cambio de nada), agradable, oriundo de Dahomey, se hizo rey en Egbado, gracias a su madre Yemòójá, su padre Odé, y su hermano Inle. Como divinidad terrenal se le conoce:

Cazador Odé
Monte con Ògún Otín (Se viste de azul, come lo que caza con su arco)
Cuando se casa con Oşún Òşờớsí ibúalàmó
Òşờớsí Ibúalàmó, vive seis meses con Oşún, y seis meses con Odé. Un muñeco de madera, que tiene un arco y una flecha en la derecha, y un abanico en la izquierda (abebé Oşún.
Símbolos de Òşờớsí


Arco e hijas de bambú
Ojúbo (Trono): Se debe colocar en el monte, fuera de la caza

Ode vivía junto con ozain y siempre lo acompañaban sus dos perros que le llamaban eyi soro e iyabe además eyde odola, que era como se llamaba las yaguasas, que era la que sabia todas las maldades que en el monte hacia ode y ozain. Un día ode y ozain se quedaron sin flechas para cazar y como el que las tenia era Olófin ellos fueron a verlo para pedírselas y por el camino iban cantando: "Olofa ota ofa koba ile akofa kolokodee."
Olófin le regalo una buena cantidad de flechas que el mismo había hecho con jigui tiki, ellos regresaron muy contentos para su tierra. Tan pronto llegaron salieron rápidamente en unión de los dos perros y la yaguasa para el monte a cazar e hicieron una gran matanza de animales, cuando Olófin se entero de lo sucedido en el monte, les mando un mensajero que era Elegbara, para advertirle que les prohibía que mataran a agbani (venado).
Elegbàrá les comunico a ode el mensaje de Olófin y este al oírlo se puso muy triste, pues el deseaba cazar a todo tipo de animales y con la intención de burlar la prohibición de Olófin se dirigió hasta la casa de Ờrúnmìlà quien le hizo osode, le vio este Ifá y le dijo: usted tiene que respetar las ordenes de Olófin, pues de lo contrario se perjudicara grandemente. Ode contrariado regreso al monte a cazar y a los pocos días de estar allí vio pasar cerca del un agbani funfun keke con sus astas a medio hacer y eyi soro que lo vio le canto: "agbani baba moro more kode ota mode."
Ode al oír el canto de unos de sus perros, se olvido de la prohibición dictada por Olófin y del consejo que Ờrúnmìlà le había dado y le apunto con su arco y le disparo la flecha que le clavo en el medio de la frente cayendo muerto. Eyi soro e iyabe los dos perros de ode, salieron desesperados en busca de agbani para recogerlo con sus poderosos dientes y al llegar junto al agbani lo vieron con los ojos abiertos y salieron corriendo presos de terrible miedo.
Cuando ode llego agbani se transformo en Olófin y le dijo: por desobediente, siempre tendrás la ira de la madre de agbani pues cada vez que mates un agbani mataras a tu propia madre, porque tu madre iyanla, vive en la frente de agbani. To iban eshu.
Color de Òşờớsí: Ambar, azul Marino, miel y coral
Nota: Cuando se le hace Ifá a un hijo de Òşờớsí, no se raspa completamente, y siempre va acompañado de su hermano Inle.