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12/10/2010

Ayélalá

Ayélalá, quien se ha convertido en una diosa popular, temida y respetada hoy dia, por la mayor parte del pueblo de Okitipupa, en la parte occidental de Nigeria y mas allá, fue originalmente una esclava, probablemente traída de Ekití o Kisoso, según la tradición, un poblado de Okitipupa. Ella fue devota de varias divinidades. Dice la tradición, que tenía 16 dioses, el mas grande de ellos, Òrìşànlá. Como símbolo de su culto a Òrìşànlá, ella llevaba sobre su cabeza, un moño de pelo.

Ayélalá, no era su verdadero nombre. El pueblo de Ilayé y de Iyó, quienes aforaban a Ayélalá, mantienen estricto secreto, como un ritual, el nombre de la mujer, su madre y su ciudad natal. El nombre de Ayélalá, como veremos abajo, se le dio a ella en consecuencia de su grito de desamparo, cuando como víctima del sacrificio, estuvo a punto de la muerte.
Entre el pueblo de Ilayé, solían mantenerse con patrones de alta moral, el adulterio era considerado un delito horrible, especialmente si un plebeyo, tenía una relación ilícita con la esposa de un noble. Tal ofensa era castigada con la muerte.
Sucedió que un Kekó, (plebeyo), cohabitaba con la esposa del Temétanán principal, cuando esto se conoció, y el plebeyo supo que su vida estaba en peligro, corrió hasta igbobiní, un poblado perteneciente al pueblo de Iyó Apoí en Okitipupá para buscar refugio. El pueblo de Iyo Apoí, le dio asilo, y le hizo resistencia al ataque del pueblo de Ilayé, quienes querían llevar al plebeyo, a Mahín, su cuartel general, para hacer justicia. Así los Ilayés, y los Iyós, tuvieron ataques y contraataques entre ellos.
Los hombres de bien, deseaban buscar una reconciliación, de ambos lados: Idogbé, representaba a Ilayé, y Abelekí, representaba a Iyó, hicieron un esfuerzo desesperado por detener las luchas. Ilayé, puso una irrevocable condición, la cual era que si no mataban al plebeyo, debían encontrar un sustituto, porque la sangre debía correr como consecuencia de la ofensa cometida. Iyo estuvo de acuerdo con esto, y comenzó a buscarse la víctima humana. Al fín la mujer llamada Ayélalá fue encontrada y llevada a una cita acordada, conocida ahora como Oritá – Ayélalá, (Unión Ayélalá), donde fue para ser sacrificada.
Antes de que se ofreciera el sacrificio, las dos partes estuvieron de acuerdo, en iguales condiciones de conveniencia, ambas partes se reconciliaron, y entraron en ritos ceremoniales. Tenían que ser fieles el uno al otro, no podían planear el mal entre ellos, el robo, la brujería y la hechizaría, no podían ser practicadas. Ningún Ilayé, o Iyó, que tuviera una falta, debía visitar a Ayélalá, para vindicar su culpa.
Los términos del acuerdo se le hablaron en voz alta a la víctima, y se le preguntó si ella castigaría a alguien que no hiciera caso del acuerdo. Ella respondió afirmativamente.
Era práctica entre los yorubás, que una víctima humana sacrificada, debía rezar, haciendo énfasis, en la causa por la cual él o ella, eran sacrificados, y dada como ofrenda, podría traer la prosperidad. De acuerdo con esto, se le pidió a la mujer que rezara. Pero todo lo que ella articuló antes de ser sacrificada fue: “Ayélalá” , lo cual en el dialecto Ilayé, quere decir: “El Mundo es grande o incomprensible” Este fue el grito de desamparo, que mostraba, que ella estaba siendo puesta a la muerte, por la ofensa que otro había cometido. Desde entonces se conoce, como la mujer que fue sacrificada y se dio a conocer como Ayélalá. Y este es el nombre con el cual, la Diosa se profesa hoy en día.
El proceso por el cual ella se volvió divina, no esta totalmente conocido. Pero con toda probabilidad, su divinidad está relacionada, con lo que se creyó ser un cumplimiento de un convenio, que ella concedió antes de su muerte, que mataría a cualquiera que incumpliera cualquiera de los términos del acuerdo.
La tradición plantea, que muy pronto después del acuerdo, un Iyó hombre que violó uno de los términos del acuerdo, murió de repente, y se le atribuyó a Ayélalá su muerte, debido a la ruptura del acuerdo. Este acontecimiento, y otros similares a este, iniciaron la creencia en el poder de Ayélalá, lo cual eventualmente, devino en su divinación.
Los hechos que se atribuyeron a juicios inmediatos de Ayélalá, en cualquiera de las violaciones del acuerdo, inculcaron el miedo de las mentes de las personas, y como consecuencia, un justo juego de la justicia, se convirtió en el orden del día. Incluso, sosas sin importancia, de la vida cotidiana, como el comportamiento de los alimentos y las bebidas, existía la creencia de que Ayélalá, se mantenía vigilante. Aún se vé en la práctica cuando dos personas, (un Ilayé y un Iyó), están comiendo o compartiendo cualquier cosa, para cada uno del grupo, decir: “la mía es mas grande que la tuya” (Temí ma yu teré o) y su compañero responder tranquilamente: “La Diosa no te matará” (Uma’le o pa) . En otras palabras, no tengo rencor contigo, por lo tanto no hay nada para que la diosa te castigue. Se cree firmemente, que el engaño, en cualquier manera, sería castigado de buena gana.
No pasó mucho tiempo, antes de que un lugar sagrado fuera construido para ella, en Oritá Ayélalá, y su adoración establecida con firmeza. Como un hecho esencial a destacar aquí, es que un ser humano se ha convertido en Diosa. Justamente como Şàngó, del cual hoy en día raramente se piensa, que fue un ser humano, así sucede con Ayélalá, ahora se piensa en ella casi siempre, como una guardiana de la moralidad, y una diosa anti – malvada. Cualquier ruptura de acuerdo, incurre en su disgusto. Brujas, ladrones, perjuros, y otros que hacen el mal, se cree que están bajo el disgusto constante de la diosa, y serán castigados convenientemente.
Esta prohibido guardar luto por la muerte de una víctima de Ayélalá. Esto es porque se cree que ella, es la diosa que se opone a la maldad, y que ha actuado con justicia; ella, (al igual que Şàngó), representa la justicia de Olódùmarè: mas bien el llanto, las personas felicitan a los parientes de la víctima, por la erradicación del mal (hecho por esa persona) por la diosa, la reina de la justicia y la ajustadora de cuentas, cuyos ojos, ven a todos los que hacen el mal.
Se piensa que Ayélalá, tiene aliados entre otras divinidades, con el propósito de la ejecución de los juicios. Tales divinidades, incluyen a Soponnó, (Dios de la varicela), Eminalé, u Oró (Dios de la parálisis), Şàngó y Èşù, para mencionar algunos de ellos. Existió un hombre que practicaba la hechicería sobre su hija, como resultado de esto, ella estuvo a punto de la muerte. Cuando Ayélalá, vio la maldad, decidió matar al hombre. El hechicero inteligente se convirtió en una hormiga, y se introdujo en un barril que contenía aceite de palma, sintiéndose completamente seguro, puesto que el conocía que Ayélalá, no tocaría el aceite de palma. Pero Ayélalá, lo engaño con astucia, pidiéndole a Oba Oluwáiyé, también llamado Soponnó, (dios de la varicela) a quién le encanta el aceite de palma, que bebiera todo el barril hasta dejarlo seco. Esto fue hecho, y a la hormiga la cogieron y la mataron. De esta forma, el hechicero malvado, fue ejecutado por Ayélalá, con la cooperación de Soponnó.
De esta forma se cree que Ayélalá, ayuda a mantener la comunidad limpia y sana. Y esto lo hace, para señalar a través de las aflicciones, o la muerte a la gente malvada en la comunidad, y de esta forma ella mantiene, en jaque a aquellos que son propensos a la práctica del mal. En donde quiera que la creencia de Ayélalá esta fuertemente arraigada, las personas le temen al vicio, como al robo, la mentira, el engaño, envenenamiento, el uso de encantamientos, o de la brujería. Como consecuencia de esto, y en los días que han pasado antes de la introducción de la civilización Occidental, las personas de Okitipupa en general, y las de Ilayé e Iyó en especial, son tenidas con una gran estima, por su integridad y honradez.
El principal lugar sagrado de Ayélalá, está situado en Oritá Ayélalá, el verdadero lugar donde la víctima, posteriormente llamada Ayélalá, fue sacrificada en el siglo XlX, antes de la abolición del sacrificio humano. Esta es una isla muy pequeña, la cual esta a solo unas pocas pulgadas sobre el nivel del mar, y sobre la cual el agua marcha desde Mahin. Igbokodá, y Abotó, convergen. Aquí se erigió un pequeño cobertizo, primeramente con techo de guano, pero ahora con chapas acanaladas de hierro, las que protegen al altar de la lluvia y el sol.
Sobre el altar se hayan 5 Cawries, (caracoles eyowo), una pluma roja de loro, una pieza de yeso natural, (gboró efun), algunos cocos o nueces, y algunos pedazos de medio kobo (eepinní) todo puesto en un plato blanco. Hay también ginebra en una botella, y un gongo o campana. (agogo). Estos objetos están con una cortina con un pedazo de tela blanca.
Las ofrendas ordinarias incluyen: Semillas de nueces, cocos, ginebra o vino seco, Oti, yeso natural o cascarilla (efun); otros incluyen en pollos, chivos, cerdos. Cantidades definidas de dinero, que se requieren siempre para ofrendas, esto es a lo que se llama tradicionalmente, egberún Ilayé y egberún Iyó.
Los pájaros y animales vivos los cuales se le ofrendan a Ayélalá, merodean por toda la isla sagrada y nadie intentará, robarse algunos de ellos. Ellos pertenecen a Ayélalá, y solo ella los regala a quien ella desea. Por ejemplo, si uno de los pájaros sagrados se posa y permanece sobre la canoa de un visitante, esto puede ser tomado como señal que Ayélalá, quiere que el visitante tenga el pájaro como un regalo de ella.
Además del principal lugar sagrado descrito anteriormente, los lugares sagrados de Ayélalá, se encuentran en muchos lugares, las personas que buscan la protección de Ayélalá, tienen lugares sagrados siempre en su casas. Pero existen también lugares sagrados públicos, construidos al aire libre, posiblemente dando a un rio. A todo lo largo de estos lugares sagrados, existe una vara larga, que sostiene una pieza de tela blanca, como símbolo de la pureza, representando la pureza que la vida requiere, por Ayélalá en la comunidad.

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